viernes, 7 de agosto de 2009

UN SIGLO QUE AMENAZA ????

¿Qué no está amenazado por el próximo milenio?
El tránsito de este siglo al otro gravita en preocupaciones. Para muchos no es nada fácil concebir que el tiempo donde nacieron, crecieron, amaron, gozaron y sufrieron desaparece. La nostalgia es una de las cuotas que se pagan a las deudas del siglo. Otros, sin embargo, fusionan racionalidad y nihilismo, y esperan con indiferencia el traspaso del umbral. Los hay quienes han ironizado este proceso y lanzan puntapiés a los nostálgicos, rayando muchas veces en el cinismo. Pero, deseado o no, ridiculizado o tomado en serio, lo cierto es que este asunto del fin de milenio va dejando algunos interrogantes, no obstante su puesta de moda y espectacularidad.
¿A qué o a quiénes amenazan las nuevas tendencias tecno-científicas, culturales, estéticas, políticas y económicas de los últimos años?. ¿Por qué este temor a los cambios ya sentidos (y probablemente irreversibles) que se experimentarán en el milenio que nos espera?. Cambio de paradigmas y terror al cambio. ¿Qué espacios se pierden o cuáles se ganan en esta tramoya del siglo agonizante?.
Por circunstancias adversas a la serenidad, parece que tropezamos con la angustia que produce el desencantamiento de lo desencantado o la época del nihilismo realizado. Tal es la actual situación. Sin lógicas futuras que destierren la desesperanza; sin espacios para edificar la ilusión, nos debatimos entre la aceptación y el rechazo. Aceptación con o sin sentido crítico; rechazo por nostalgia y puro corazón. Tanto el miedo a las transformaciones paradigmáticas, como su feliz acatamiento, sufren de colapso de milenio, síndrome de fin de siglo.
¿Qué está amenazado por el próximo milenio?. Todo está amenazado. El gran problema es saber hasta dónde, cómo y de qué forma se transformarán nuestras sensibilidades, gustos y costumbres. Se escuchan llantos por ello, o carcajadas en algunas estancias. Podemos gritar, orar; sin embargo, todo sigue amenazado. La amenaza aquí es un proceso de ventajas o desventajas que toca muy hondo las estructuras de nuestra época, o al menos de lo que hasta ahora han sido considerados los paradigmas de la aventura moderna. No es un sentimiento moral ni religioso. Es ante todo un proceso cultural, un asunto al cual debemos asistir sin trauma ni horror de vacío. La amenaza se acrecienta como algo normal; como un caos que fragmenta lo que se suponía incorruptible. Las cualidades de lo que llamamos humano hoy avanzan hacia otros horizontes, a otras formas de sentir, percibir, amar y expresar los deseos del Ser. Es indudable: hemos llegado al umbral de una época, otra nos espera, no con brazos abiertos, pero nos espera.
La amenaza es un paradigma de transformación. Toca las cerradas puertas, abre las que no dejan entrar su viento. Se filtra, aun cuando no lo queramos, en todas las grietas y estancias de este siglo. Es en sí nuestra condición.
Nada está exento de ser tocado y transformado por las tendencias que han ido apareciendo en estos últimos veinte años. La economía global y transnacional; la caída del muro; la postindustrialización consumista; las nuevas tecno-virtualidades; el agotamiento de los "mitos" modernos y la puesta en su lugar de una cierta miniaturización de la existencia; la fragmentación de los discursos duros y la irrupción de lo plural, de lo heterogéneo, de la hibridación socio-cultural con sus múltiples voces; lo arbitrario, la paradoja, la individualización banal con sus fuertes consecuencias en las mentalidades de relax e indiferencia política; la crisis de los conceptos de realidad y verdad, las nuevas epistemes; la conciencia de lo local y lo regional en tanto totalidad... son algunos de los imaginarios que penetran en las formaciones sociales actuales, lo que sitúa la amenaza como un síntoma que está haciendo metástasis a gran escala.
¿Qué no está amenazado?. Tal vez muy pocas cosas. Las resistencias son arduas pero marginales: grupos e individuos que se abstienen de participar en esta globalización de un sistema excluyente y devastador con su economía de mercado. Neo-conservadurismos religiosos con la petición de una estrategia anti-tecnológica y una vuelta a las tradiciones milenarias. No sabemos aún cuáles serán las consecuencias de estas posiciones, pero las divergencias provincianas y de pura nostalgia llevan el sello de desaparición.
El siglo XXI en su virtualidad ya está aquí. No es un fenómeno cronológico, sino una actitud. En los procesos de transnacionalización cultural el siglo XXI es un hecho dado, viviente, que amenaza las viejas mentalidades. Aquellos que estén despistados serán arrastrados por las ondas de las explosiones. Rezagados, no podremos aportar ni confrontar con suficiente poder las inevitables desgarraduras. Consumidores netos, ¿sólo nos agacharemos a recoger los desechos que dejarán en sus trayectos estas macroempresas?. Cómo no concientizarnos de las amenazas, de los procesos de cambio, para no aproximarnos con sentimentalismos de culpabilidad e inferioridad hacia lo que se pierde o se gana. ¿Qué actitudes debemos poseer frente a estas coordenadas de tiempos de fin?. Quizás el estar expectantes; asumir la vigilancia de los abismos y las cimas; lanzar miradas con preocupaciones. Claro que hay otras, pero, para no llevar el miedo a los extremos, ni agachar, afirmando, la cabeza, la forma de proceder está en introducir un sin sentido al sentido común; dar rienda a la des-creencia en los fundamentalismos cotidianos; generar nuestra desconfianza allí donde otros proponen una sospechosa esperanza. Es decir, ser vigías y resistentes ante los redentores del vacío y los enterradores de lo por venir.
Tensión mayor la de pensar al filo del abismo. Como tal, nuestra posición en estas cartografías ya está dada y no podemos salirnos de sus coordenadas. Sólo queda reflexión como un buen jugador de ajedrez: con dos o tres movimientos por delante. Los cambios sobre lo que hasta ahora hemos experimentado no debemos tomarlos con demasiada añoranza. No. Aquí hay algo que se ha roto. Igual que en los momentos de las más álgidas y feroces rupturas de la modernidad, las cuales también a muchos preocuparon, algo se está resquebrajando, y esto no es nuevo para el hombre. Sin embargo, nuestra época no registra un simple cambio de paradigma como en los siglos anteriores. Aquí se está transformando es el sistema de sostén mismo, la propia racionalidad, el Logos, es decir, el fundamento en sí, la idea de unidad, verdad, saber y creencia en la racionalidad. Algo se acaba y es el fundamento. Parece ser que sobre estos territorios minados y cuarteados nos tocará vivir las próximas décadas. Desencanto de desencantos. Nos habían prometido alguna luz al final del túnel; hoy nos dejan en el laberinto. Las siguientes reflexiones son una invitación para recorrer sus pasadizos; antorchas para observarlos mejor y no para salir de sus interesantes cubículos.
Lo que está amenazado en lo epistemológico
La contingencia se ha convertido en un elemento esencial de nuestra actualidad. A través de ella podemos sentir las crisis de los ordenes, y convivir, con o sin resistencia, en el desorden. Lo caótico toma revancha por los siglos que una modernidad racionalista lo había marginado. Por lo tanto, la realidad se ha explayado hacia lo plural, lo heterogéneo y la imprecisión. Al contrario de los regímenes unitarios y universales modernos, presentimos una gran aventura de fragmentación en los totalitarismos. La pluralidad adquiere desde este siglo, dirigiéndose al próximo, puesto de categoría epistemológica.
¿Qué está amenazado?. Los conceptos de saber, verdad y realidad, el sueño de hallar unidad en la multiplicidad, el paradigma de una razón totalizante, como también los conceptos de identidad y exclusión; la noción de trascendentalidad racional y conceptualización del Ser.
¿Qué es impuesto por la amenaza?. Algunas de las más olvidadas categorías por la Diosa Razón Moderna: la lógica de lo paradójico, la hibridación de las realidades, la multiplicidad descentrada, la pluralidad de los discursos, la alteridad, la simultaneidad de lo no simultáneo, el disentimiento, la fragmentación de la identidad... Es decir, que la gran mayoría de las creencias en un cosmos unificado y coherente se desmoronan, surgiendo múltiples voces ocultas.
Para bien o para mal -más para bien – las fragmentaciones del sistema agudizan la crisis de estructuras legitimadoras e ideales universales que fueron impuestos como absolutos.
Sin nostalgias ni melancolías, debemos asumir estos retos y la caída irreversible del Todo. Nuevos proyectos desacralizan a la universalidad racional. Si la modernidad nos había lanzado a secularizar la naturaleza y la sociedad, transformando a una en simple materia prima y a la otra en realidad, la fragmentación posmoderna nos invita a su desrealización ontológica. Al concepto de Sujeto se le abren nuevos abismos y cuerdas flojas, pues se le han desdibujado sus tipologías. Como un sonámbulo recorre espacios cuyos sentidos y fundamentos últimos y primeros desaparecen, quedándose sólo con la pérdida de sus creencias. Tanto la dispersión y la imprecisión; el disentimiento ante los discursos llamados duros y la paradoja, son hibridaciones dotadas para hacer naufragar a los creyentes y esperanzados en los humanismos racionales. Tal vez la esperanza adquiera en estos tiempos un nuevo sentido: la felicidad epistemológica ya no se sustenta en la utopía de lograr unidad entre el objeto y el saber, sino en la diferencia plural, en la individualización consumidora de sentidos. ¿Democracia y simulacro?. Democratización de un espejismo: asumir la vida en plural. Así el sujeto–multiplicidad nietzscheano se convierte, por la sociedad actual, en un programa no con un futuro lejano sino inmediato. Sin miedo a las diferencias el Yo Fragmentado pasa de una realidad a otra, de un sistema a otro, aceptando su contingencia caótica. No juzga con la arrogancia de lo definitivo ni con el concepto de lo absoluto. Se relaja. No se tensiona dogmáticamente frente al objeto dado, se dispersa entregándose a las multiplicidades de los gustos de forma instantánea. Su juicio carece desde ahora de unicidad dominadora y se dirige a lo diverso, a la alteridad laberíntica. Este es el hombre contemporáneo, el joven consumidor dentro de estos escenarios del hic et nunc. A las frases "todo se acepta", "todo vale", "todo sirve" se les reconoce como una ganancia. De allí que el cinismo sea su consecuencia extrema. Sin unidad ni lógica centralizadora del conocimiento, la carrera, tanto a lo que edifica como a lo que destroza, está abierta; tiene licencia de matar y de amar. Todo sirve aquí. Coexistencia del asesino con la víctima, de la falsedad con la transparencia, de la justicia con lo corrupto, hasta el punto que cualquier acción en contra de la vida del
Otro se puede aceptar por estar amparada en la libre autodeterminación caótica de la individualidad múltiple, pues ¿a quién le importa sus consecuencias?.
¿Qué otras virtualidades esconden estas utopías plurales inmediatistas?. Una tendencia a la desrealización ontológica, es decir, a la fabricación de un nuevo sensorium para el hombre, de nuevas formas de percepción que cambiarán nuestra manera de residir y de habitar. Para nosotros, transeúntes de un tiempo todavía no virtualizado del todo, será difícil aceptar la nueva sensibilidad. Las tecnologías están modificando el aspecto de la realidad a través de su disolución. Lo virtual generará otra epistemología y, probablemente, habrá que hablar de una fenomenología del conocimiento de lo tecno- virtual. Los espacios geográficos y el concepto de grandiosidad de la naturaleza- tan caro para los antiguos como para los románticos- se han ido disolviendo por la puesta en red de la velocidad que hiperconcentra la distancia-tiempo. La extensión del mundo se nos comprime en la red de redes global.
De este modo, ¿qué está amenazado por las tele-tecnologías desde lo epistemológico? La noción de grandiosidad de la naturaleza; la concepción de distancia y territorio; la idea de realidad-real; la fenomenología de lo físico; el concepto de tiempo lineal (pasado, presente, futuro) y de trayecto ( salida, viaje y llegada); la noción de objetividad del sujeto; los paradigmas de conocer, saber, verdad...
¿Qué está imponiendo la microelectrónica? La noción de hiperconcentración del tiempo y del espacio por la velocidad; la ubicuidad, lo instantáneo y la inmediatez gracias a las redes; la virtualización de lo físico, la reducción del tiempo lineal a un presente permanente por medio de la velocidad de la luz; un tiempo inmediato que elimina los conceptos de futuro y de trayecto; la visión no objetiva sino teleobjetiva del sujeto; un teleconocimiento, una ciber-verdad, un telesaber...
Algo entonces se disuelve: la episteme clásica moderna, la visión sobre el objeto. Vamos hacia un cambio de gnoseología. Crisis del realismo tradicional e imposición de una visualidad-virtual o ciber-ontología.
Con estas desapariciones también desaparecerán nuestras antiguas formas de aceptar y conocer el Ser. ¿Debemos lamentarnos por estas "pérdidas gnoseológicas"? ¿Construiremos diques con una resistencia intransigente ante lo que ya es un hecho irreversible? La gran lección por ahora es saber cómo y cuáles son y serán los componentes esenciales de estas visiones virtuales que subvierten lo que conocemos por realidad. Resistencia no reaccionaria sino vigilante de los procesos. Posición crítica-reflexiva frente a lo que nos abandona o nos visita.
Lo que está amenazado en lo estético-poético
Algo está cambiando. Nuestra "Filosofía Primera" se ha vuelto esencialmente estética. Si para los antiguos el fundamento era el Ser, para la Edad Moderna la Conciencia, y para la Modernidad el Lenguaje, ahora nuestra filosofía primera es un paradigma estético. Ello indica una estetización a gran escala de la realidad, una "cultura estetizada" al decir de R. Rorty. Por lo tanto, la dispersión y la pluralidad han posibilitado el surgimiento de multiplicidades y diferencias, un calidoscopio vital no único, sino lleno de sentidos y lenguajes que construyen verdades desde la pulsión creadora artística.
Con la idea de agotamiento o crisis de todo fundamento y unidad, varias categorías estéticas se derrumban apoteósicamente al final del milenio. ¿Qué está amenazado de la estética moderna?. Si la amenaza, como hemos dicho, es nuestra condición, un proceso irreversible, de esta forma están amenazados los conceptos de juicio estético y de gusto en tanto que ha cambiado el artefacto artístico; las ideas de sublimidad, angustia, soledad, autenticidad también transforman su razón de ser. Fin del melodrama romántico. El concepto del "Yo creador individual" se ha ido relajando, como también la potencia mágica y el encantamiento del mundo debido a las hiperrealidades tecnológicas. Se desvanece toda preocupación por comprender los contenidos textuales. Fin de la era de la interpretación analítico-crítica, de la noción del arte como oficio o actividad específica ejercitada sólo por artistas y especialistas. (Del sujeto y objeto estéticos modernos al sujeto y objeto estetizados posmodernos). Se están desvaneciendo las utopías de trascendencia humana por medio del sueño y el deseo, tantas veces proclamados por las Vanguardias; se amenaza al proyecto de monumentalidad sistemática en la obra de arte...
¿Qué se está imponiendo estéticamente por la amenaza?. Una estetización global de lo banal amparada por un proceso de masificación del gusto y del juicio estéticos; la museografía en red de todas las producciones artísticas, lo cual despoja la capacidad de transformación que estas contienen, pues se les asume como sensibilidades muertas, almacenadas; el Pastiche estético como fórmula de reordenamiento y re-utilización de las producciones artísticas pasadas, pero relajando la fuerza del significado histórico hasta convertir las obras en adornos y ornamentos superficiales, averiados en su sentido; una desgravitación de la momumentalidad y de los géneros, edificando, para bien, el bricolage, la multiplicidad y la hibridación de los relatos. Junto a la unidimensionalidad de los discursos duros, se impulsa el compromiso con la multimedia estética que gana en sentidos por sus exploraciones diversas y plurales; la liberación de las tensiones de escuelas fundamentalistas, impulsándose el relax que facilita el espectáculo, el éxtasis y lo agradable; la crítica a lo dominante e inquisitorial de los estilos, pues ya no hay estilos únicos sino eclécticos, lo que deja al arte en un confortable estado de levedad y libertad para aceptar cualquier acción en sus creaciones. Pero el relajamiento frente a las doctrinas establece también el relajamiento crítico. Irónica contradicción. La crítica toma matices de aplauso y aceptación ante cualquier obra, sea superficial o profunda. Por lo tanto, se impone la coexistencia pacífica de lo mediocre con lo altamente elaborado.1 Así la crítica resulta ser un oficio fácil, sin demasiado peligro; no requiere de un experto, sino de un conciliador. "Lo cierto es que los críticos ya no critican, excepto en el sentido de que, públicamente, hablan bien de cualquier cosa. La idea de publicar algo en contra inquieta a la mayoría". 2
Por el proceso de globalización del consumo, el gusto se da como "elitismo de masas", las cuales actualmente devoran mucho más información artística que hace veinte años. Esta elite de masas es estetizada para frecuentar, con un sentido casi religioso de espectáculo y moda, las producciones artísticas, sobre todo los audiovisuales que exigen un menor esfuerzo. Prolifera una estética que reivindica el "mundo del arte", es decir, "todo lo que tiene que ver con el arte exceptuando el arte mismo" (Gardner, 24): la empresa cultural que gira en torno al artista, desde los críticos conciliadores, pasando por los compradores hasta los snobistas, la farándula y los auténticos intelectuales. Por lo pronto se amenazan también la calidad y la excelencia artísticas como algo que hay que desaprobar por ser paradigmas terminados, asumiéndose en su lugar las ideas de lo ágil, lo decorativo y lo ligero. Tal vez esta sea una gran ventaja frente a los totalitarismos excluyentes de una modernidad deslegitimadora de los discursos blandos, frágiles, imprecisos. Sin embargo, los resultados de esta fragmentación dejan por ahora mucho que desear en tanto calidad y trascendencia, porque, es posible, que esto ya no importe a los actuales artistas.
Paralelo a este gusto frágil, de fácil digestión, construido no con el esfuerzo intelectual de estudio, inteligencia y sensibilidad, sino con base en la basuralización mediática, se repliega una tendencia de academizar el arte, restándole toda fuerza de ruptura e innovación. La estetización académica se observa en el ofrecimiento que los establecimientos educativos hacen al público de cursos sobre, por ejemplo, la rebeldía y las formas de ser contestatarios. Las propuestas de las vanguardias ahora se les estudia como algo exótico, folclórico, reduciéndolas a simple "cultura general" lo que da prestigio y estatus intelectual y social. La rebeldía y la diferencia ya no dicen nada a nadie. Son un curso más, un programa más en las universidades.
Las contradicciones como se observa son varias. Por una parte, alguna transformación ayuda a superar el anquilosamiento racional o irracional dogmático que el arte moderno impulsó como doctrina o escuela (v.g., algunas escuelas vanguardistas), pero por otra, se destila, gracias a este relajamiento, el paradigma de lo fácil, ligero, mediocre, donde la superficie se cambia por superficialidad, y la profundidad es más bien un vacío de propuestas renovadoras. Quizá lo que menos interesa a este arte sea la innovación. Más que cambio paradigmático y sustancial, pretende programarse, modificarse en sus estados finales, hacer una frívola multimedia. Algo se des-centra, y esto como hemos visto, quizá tenga mayores o menores alcances. Sin melancolías, sin nostalgias, debemos saber que el descentrarse y provocar una ruptura con nuestras nociones respecto a las producciones estéticas y su calidad, hace parte del proceso de fractura óntico-epistemológica de Occidente.
Se hace necesario entonces estudiar las nuevas categorías que surgen de estas derivas con base en la pluralidad y a la fragmentación de lo real. Así nos parezcan obsesivamente banales, mediocres o terribles, estas categorías son producto precisamente de una racionalidad que se creyó omnipotente y ahora está en ruinas. Como hijos del desencanto, debemos estudiar muy bien la naturaleza de dicho desencanto y no darnos golpes de pecho por las pérdidas. ¿O es que acaso algo se pierde?. ¿O acaso no se gana para la libertad estética la gracia de la despreocupación, de la espontaneidad, manifiestas en las producciones volátiles y nada monumentales de la actualidad? ¿Son causa de condena y culpabilidad las categorías surgidas de la pluralidad, lo heterogéneo, la dispersión, la fragmentación de los discursos sólidos?. No. Tan importantes como las categorías modernas y clásicas, las posmodernas requieren una hermenéutica de sus sentidos para abordarlas como provenientes del desvertebramiento sistémico totalitarista. Las nociones de heterogeneidad, pluralidad, discontinuidad, simultaneidad, diferenciación, bricolage, inestabilidad, indecibilidad, lo aleatorio, paradojal, lo contingente y arbitrario son categorías estéticas irreversibles.3
De igual manera, la estetización posmoderna de cualquier objeto cotidiano también posee ventajas y desventajas. Su proyecto está guiado hacia la masificación de las sensibilidades y de la obra de arte. Cierto es que esta estetización contiene una decadencia de aura y una escasez de magia, ilusión y ensoñación por su afán decorativo efímero. El ornamento y su falsa catarsis estética transforman lo real en un objeto fetiche de valor de cambio más que de uso. Por lo mismo, la estetización se está realizando en todas partes, desde lo altamente elaborado hasta la banalización del gusto y del juicio. Toda la cultura está pasando de los medios al público como estética realizada, como fenómeno de moda y publicidad, constituyéndose en una de las utopías de la masificación. Sí. Ahora todo puede convertirse en obra de arte, performances en vitrinas y pantallas portátiles, hasta el uso del propio cuerpo, reciclado y con prótesis, como espacio para moldearse en artefacto artístico. Ready made vivientes, museificados como el Portabotellas de Duchamp. De allí una pequeña garantía de sueño: todos podemos ser creadores, aunque sólo sea una simulación democrática. Sueño nietzscheano recogido por Joseph Beuys y quizás por Warhol. Pero somos creadores por una estetización del mercado y el consumo. El público se vuelve artista en tanto sacraliza la mercancía, es decir, lleva su aura secular a pronunciar algo, a manifestar un deseo, un vacío, la magia de la ausencia. La mercancía se vuelve estética por su fuerza de ensoñación; de allí la globalización de su encantamiento. Estetizar el aura secular de la mercancía – propuesta Baudelaireana- constituye la mayor estetización de lo cotidiano. Vamos hacia un milenio que estetizará el marketing y lo tecno-cultural. Sin embargo, satanizar este proyecto es ignorar la lógica capitalista del arte moderno. Sin sentimentalismos ni romanticismos, el próximo siglo asumirá la desentronización de la obra de arte, imponiendo una nueva aura secular, construyendo otro pedestal mediático virtual, con nuevas ilusiones y ensoñaciones, diferentes a las hasta ahora conocidas.
En estos cambios de paradigmas estético-poéticos, las tecno-virtualidades de las redes comunicacionales y microelectrónicas también tienen mucho de protagonismo. Desde hace algunos años se trabaja sobre los impactos que causarán sus presencias en las próximas creaciones. Las categorías de tiempo y espacio, de geografía y ciudad, de pertenencia y participación sobre un territorio, de frontera, de distancia y velocidad ¿cambiarán para los poetas del futuro?. Sí. Ellos trabajarán con nuevos estadios del pensamiento y de la sensibilidad. Los próximos artistas y poetas captarán una telépolis transnacional y su percerción se transmutará en red, construyendo el sueño metafísico de estar en todas partes y en ninguna. Otros mundos telemáticos y cinéticos les esperan a los poetas en el extenso recorrido al porvenir. Podemos sólo imaginar los resultados de las obras poéticas llenas de palabras e imágenes de un mundo desgravitado y telepresencial. De esta forma, muchas de las utopías que la poesía ha deseado alcanzar, serán realizadas por las redes de energía en información y velocidad: el instante eterno, el eterno presente, la hiperconcentración del tiempo, la ubicuidad, la inmediatez, lo instantáneo. Entonces, habrá que horadar en otros terrenos, crear otros sueños que faciliten el afianzar la existencia, dar origen a una nueva maravilla. Nuestro poeta futuro, quizá teleglobalizado, tecno-imaginativo, tecno-virtual, mantendrá lo que los poetas de otros tiempos han procurado construir: la creación y la presencia de un milagro en medio de lo cotidiano; la instauración de un Ser a través de la palabra; el asombro como potencialidad reflexiva y exploradora de lo desconocido; la fructífera idea de cambiar no tanto al mundo sino la vida; el riesgo, la aventura, la imaginación poética, la fuerza crítica como actitudes permanentes; el rescate del símbolo, del sentido y su capacidad de alucinación y magia; la pasión develadora, mistérica, profética y espiritual; el inventar el deseo como forma de imponer la voz de la vida para suspender por un momento la muerte a través de la memoria, el amor, la palabra.
Nuevos escenarios esperan a los poetas. Escenarios de flujos y redes en las telépolis desterritorializadas, descentradas e híbridas. Sus metáforas, los códigos de habla urbana se proveerán de las virtualidades de la realidad. Quizá crearán imágenes blandas, volátiles, veloces. La poesía del futuro es posible que genere un gusto por lo ingrávido contra lo monumental estético. Cambio de gnoseología y de ontología poética. Las sensibilidades plurales, sin fronteras, llevarán al símbolo a su estallido total: multimedia de sentidos, poesía en multimedia. Poetas de una ciudad informatizada donde se deambulará tratando de desconectarse de la superficial comunicación para lograr fundarse en el otro. Habitarán los "no lugares", esos espacios impersonales, sin identidad para los moradores anónimos urbanos. Allí también en las redes tecno-culturales el poeta del futuro hallará la presencia de un milagro que fluirá en la fragmentación de una realidad tan distinta a la que hasta ahora hemos experimentado.
Flujo, aceleración, velocidad, globalización, posibilitan en este final de milenio, y probablemente en el próximo, una poética que no habíamos ni siquiera sospechado. Hablar desde el sentir y la percepción del objeto real –que tanto nos dijeron los antiguos y modernos- se oirá como algo extraño, inservible. ¿No se construirá una poética con sensación virtual y percepción telemática en red?. Ello, creemos formará parte de la normal aceptación colectiva, como lo fue en su tiempo el teléfono, la luz eléctrica, el automóvil y la televisión. Poetas cibernautas en línea directa construyendo metáforas sobre el ciberespacio y los ordenadores. Algunos síntomas ya hacen parte hoy de estas aventuras: hipertexto, revistas electrónicas, ediciones digitales, páginas web... Otra aura más secular, o mejor, la secularización de la secularidad moderna ¿y por ello habrán de ser menos artistas y poetas?. Si juzgamos con los paradigmas de la modernidad estética ello es posible; pero nuestra travesía consiste en observar cómo las sensibilidades se fragmentan, edificando de diversas formas la obra de arte; de allí la atenta mirada que debemos poseer hacia estas transformaciones.
Ante la ciudad global, el poeta del futuro será ciudadano virtual. Por la velocidad ¿perderá la capacidad de pertenencia y participación a un territorio y de distancia?. Junto a esto, los conceptos de realidad, grandiosidad de la naturaleza se disuelven fácilmente por las tecnologías electromagnéticas. El anonimato y la soledad del poeta futuro estarán dados por la sensación de encarcelamiento en un mundo reducido y casi liquidado en su extensión planetaria por las redes. Si el sentido actual de anonimato es el confinamiento en medio de la expansión activa de las ciudades, al poeta futuro se le abrirá la posibilidad de dominar en el "ahora" las distancias y, por lo tanto, de disolver la idea de espacio extensivo. De allí el cambio de concepto de anonimato: un poeta anónimo virtual en la megápolis global intensiva. Poetas de la velocidad que nos hablarán y se horrorizarán quizá de las guerras electrónicas, de las democracias virtuales, de bombas informáticas, de las clonaciones y de la difícil tarea de distinguir entre humanos y replicantes por los avances de la bio-tecnología.
Creo que a pesar de los pesares, los nuevos poetas virtualizados o tecno-imaginativos -sedados o no frente al paradigma de un ethos contestatario, transformativo- modificarán el lenguaje, transmitirán a través de nuevos códigos la misteriosa y aterrradora sensación de estar vivos, la contingencia del existir, de habitar con el otro- así sea en red- y la aventura de pertenecer a una especie tan cruel y apasionada por desintegrarse y construirse.
¿Qué está amenazado de la cotidianidad?
Los sentidos de una cotidianidad hasta ahora tangible, promocionada, legitimada y alfabetizada mediáticamente, también se transforman por la amenaza. Lo vivido en la diaridad constituye tal vez nuestro escenario más próximo y real, nuestra mayor certeza de que existimos. Sabemos que en estos tiempos transnacionales se tiende a reducir al hombre a simple órgano de consumo, uso y desecho. El concepto de vida diaria –sufrida o gozada- se enmarca en los parámetros de los intercambios y usos de objetos seductores y lumínicos. Nuestros imaginarios cruzan por territorios plurales y masivos. Una cultura visual y visualizada potencia la individualización acrítica, narcisista, hedonista y de relajación sintética posmoderna. No cabe duda: la cotidianidad está siendo colonizada por una postindustrialización en red. Desterritorializada, desmaterializada, descentrada en sus identidades populares, se le impone la desarticulación de lo unívoco a través de una cultura gramatizada en gran parte por los audiovisuales y la publicidad artificial iconográfica. Mientras tanto, la comunicación oral y la capacidad de interrelación grupal y personal, se reducen a la circulación y aceleración de saberes más que al encuentro real, al parloteo y a la charla interpersonal. Crisis de comunicación. Esta es la cotidianidad que enfrentamos: reclusión, miedo, expulsión de la calle y de los espacios para el diálogo. Extrañamiento y anonimato.
Inmersa en una "economía de la información" al decir de Daniel Bell, la cual transforma los paradigmas modernos del trabajo y el ahorro en un proceso consumista, trasladándonos de la fábrica a la tienda 4 como un nuevo mecanismo de control y vigilancia existencial, nuestra cotidianidad se integra y legitima a través del mercado. Ciudadanos y consumidores nos llama García Canclini. Contradicción entre el Sujeto autónomo y Soberano –mito de la Ilustración- en Sujeto relajado, descentrado, hedónico, consumista –mito posmoderno-. De esta forma, la cotidianidad, tal como la soñó una modernidad crítica y de aventura, ha caído en desuso. Se reduce a una modernización transnacional del marketing tecno-científico y cultural masivo.
En estas ciudades–vitrinas nos toca y tocará vivir los próximos años. Se transformarán cada vez más las nociones del espacio cotidiano: casa, familia, amor, amistad, cuerpo, tradición, deseo, localidad, territorialidad y pertenencia, muy a pesar de las resistencias que algunas capas de la población impongan a estas modificaciones. La ciudad –y no tanto el campo- es y será el escenario de estas batallas.
¿Qué nuevos imaginarios y simbólicas podrán unirnos en el próximo milenio?. ¿ Cómo no sólo conectarnos sino comunicarnos en un acercamiento más integral que utensiliar?. He aquí nuestras preocupaciones.
Respecto a los imaginarios de la cultura popular cotidiana, estos serán cada vez más manipulados por los medios y museograficada su fuerza poético-simbólica, reduciéndolos a simple espectáculo exótico, folclórico. Por su naturaleza multicultural y de entrecruzamiento, se conducirán hacia una posible multimedia donde existirá – más que ahora- una gran reconversión y mezcla de lenguajes cultos y populares; intersecciones, cruces de lo mediático con las mediaciones (medios y receptores) hasta lograr una lenta desaparición de las simbólicas primigenias (mitos, creencias, carnavales, ceremonías, tradiciones orales, narrativas, artes manuales...) debido a la quiebra de fronteras y al cambio en el concepto de grandiosidad de territorio tanto físico como cultural por parte de las redes.
Confinamiento y pérdida de imaginarios legitimadores de una cultura. Glocalización, tal es el término que utilizan Virilio y García Canclini. Locales y globales. Pero, como lo asegura Julio César Goyes Narváez, es posible que los imaginarios populares se mantengan en una "constante resistencia frente a la cultura de clase dominante o ‘nacional’ produciendo violentos procesos de acomodación e imposición..." 5, lo que llevaría a una reinvensión y retroalimentacióm constante de los mismos, especie de "autopoesis" (Goyes, Julio César,98) muy unida a las resistencias crítico- creativas de la imaginación poética. Sin embargo, esta retroalimentación estará dada por un intercambio cultural, a veces yuxtapuesto, a veces asimilado, que construye un imaginario cotidiano y popular heterodoxo, el cual atraviesa el simbolismo mítico, sagrado y religioso, pasa por las creaciones artísticas populares y llega a los escenarios masivos y de trivialización mediática. Así, folclore, mito, danzas, carnavales, tradiciones orales, exotismo, espectáculo, turismo, economía de mercado, transnacionalización, uso, consumo y desecho de tecno-virtualidades, tele-imágenes y productos masificados kitsch y light, todos se funden por el tejido en una gran colcha de retazos. "Cultura costura" la llaman algunos estudiosos; "cultura de fronteras" otros; aquí le llamaremos Cotidianidad Multimediática.
La cotidianidad que está amenazada por el próximo milenio, o en proceso, es aquella que se opone a estas intextualidades. Ante la banal imagen de lo efímero; frente a lo inmediato trivial, nos quedará, para no perecer en los remolinos seductores de lo mediocre, reconfigurar, retextualizar, resemantizar, las prácticas de lo cotidiano a través de una imaginación crítico-poética activa, donde se le devuelva a la imaginación "la dignidad gnoseológica y ontológica de la que fue privada por la doctrina clásica occidental" y se intente "una visión crítica-creativa que acceda a la totalidad del fenómeno poético y su dialogismo con lo popular, observando qué y cómo los afectos-efectos imaginarios están representados total o parcialmente en algunas poéticas contemporáneas" (Goyes N, Julio César, 102 –104). Así, lo cotidiano se protegerá del vacío seductor por medio de una gran valoración de las creaciones poéticas manifiestas en sus imaginarios.
Digno será reconocerle a este proyecto reconstructor, un afán de pararse en la resistencia crítica como método para no sufrir de total abismo e indiferencia. Lo mismo habrá de poner en práctica al pensar sobre las próximas transformaciones del cuerpo. Su relación con los medios que lo moldean y lo ponen a desfilar en pasarelas virtuales; la construcción de un deseo corporal con base en cirugías, prótesis, silicona y aeróbicos; la cada vez más deshumanizada falta de salud corporal a cambio de forma corporal, todo esto se reduce a una tendencia de desgravitación de los deseos, al menos como son conocidos hoy en día, lo que impulsará una levitación sexual y una des-realización de la carne por parte de las tele-presencias erótico-comunicacionales. Cuerpos bricolages intertextuales, indiferentes, relajados, perfectos. "perfectos para qué? ¿ Para vivir un drama fascista light como magnate corporativo? ¿O como monitor de aeróbic en tanga? ¿O como asesino múltiple? 6
Las ideologías se encarnan y se encarnarán más en los cuerpos el próximo milenio. Quizá llegaremos a poseer cuerpos que sean manifestaciones de "tecnologías morales burguesas" (Terry Eaglenton) los cuales impulsarán valores tales como el ensimismamiento, lo incivil, la interioridad acrítica, el decorado, la creatividad flemática sin tensiones, valorando una subjetividad que piensa en sí misma y no por sí misma. Encarnamiento desde luego psicologizante. Son visibles, entonces, las contradicciones posmodernas: del cuerpo de un Sujeto Autónomo (sueño moderno) al cuerpo individualizado multimediático.7
En esta "soberanía del consumidor" (Mclaren, Peter, 113), frase cínica de los llamados "nuevos tiempos", lo light impone también la coexistencia pacífica y la reconciliación de los adversarios. Así, el cinismo es la muestra más patética de una cotidianidad relajada. Todo se acepta aquí, todo vale. Lo fugaz y lo liviano; lo efímero y lo superficial; el analfabetismo cultural y la mediocridad de lo ridículo; la idiotez de un ademán y su espectáculo. Cinismo doble, pues exhibe como alta cultura la basura que estas sensibilidades producen junto a la pobreza de imaginación crítico-creativa. ¿Cultura o basura? Se pregunta James Gardner. En música, ritmos, gustos estéticos, tonalidades, sensaciones olfativas, olorosas, táctiles, etc., se nos vende demasiado desecho –y se nos venderá más- empobreciendo las capacidades de aprehensión, asombro, contemplación, imaginación, sensibilidad, reflexión, captación de la diferencia.
Gramatizados y alfabetizados por una cultura que hace culto al espectáculo de la muerte –y más aún al cadáver como exhibición- la cotidianidad, al menos en países tercermundistas como Colombia, está produciendo una ética del antivalor y una moral negativa. Violencia, corrupción, intolereancia, injusticia, necrofilismo ciudadano, virulencia participativa, antidemocracia, deslealtad, insinceridad, burocracia...son apenas algunas de las lógicas de convivencia negativa. En vez de la Razón solidaria impulsamos una pasión esquizoide por el espectáculo de la muerte; en el lugar de la emoción fraternal levantamos una fría irracionalidad ante nuestro semejante. La muerte y la violencia se han cotidianizado tanto que su naturaleza de desgarramiento es ya "natural", y su puesta en línea y en vitrina teleglobal nos hace falta para arrullar las noches en casa. El llanto del pariente del secuestrado, la sensación de inutilidad de la violada, el miedo del desplazado, la mancha de sangre, el rostro de absurdidad del muerto, se van imponiendo como "ensoñaciones" en nuestros imaginarios, a tal punto que llegamos a sufrir por su ausencia.
Espectáculo y trivialidad de la muerte. Sida, cáncer, terremotos, ciclones, violencia callejera, violencia política, drama cotidiano, reality shows, eutanasia, enfermedades terminales...todo está aquí para ser observado, pantallizado. De allí un dato: escenograficamos la muerte relajando su trascendencia a lo banal; ridiculizamos incluso al asesinado político; desvirtuamos el cadáver del hombre artista; farandularizamos, cínicamente, la muerte del comprometido social, pero lloramos a lágrima viva la muerte del rico y famoso, trivial, mediocre, es decir, de aquel que se nos ha impuesto por el mercado como un sueño a lograr. (v.g., Princesa Diana, John John Kennedy...).
Colombia ha explotado y sufrido al máximo esta espectacularidad del muerto. Congruencia entre el dolor y el carnaval, lo lúdico y lo vidente. Cada muerte violenta de un hombre público no sólo genera una respuesta convulsiva y rabiosa contra la lógica necrofílica, sino un sensacionalismo que juega al show escenográfico. Puesto en las tablas, al muerto se le asume y vela como un actor protagonista del drama cotidiano, de tal forma que la tendencia es relajarse ante el conflicto político-social que ha producido dicho fallecimiento, y tensionarse ante el simulacro del espectáculo masivo y mediático que lo registra. ¿A quién o a quiénes beneficia este relax teatral de la muerte? ¿En nombre de quién o quienes se masifica el dolor, restándole todo posible impacto contestatario de conciencia política?. Ya lo sabemos. El espectáculo de la lúdica/lágrima debilita la sensibilidad, la exagera, quitándole intensidad crítica.
Contamos entonces con una cotidianidad amenazada, no sólo por lo que viene sino desde ahora. Los proyectos de una diaridad confortable, con calidad de vida se vuelven sueños esotéricos que generan una mueca de humor negro y pesimismo entre los que tienen y manejan más datos. En estas ironías por ahora vivimos. ¿Qué otras nos esperan?.
NOTAS
1.Fajardo Fajardo, Carlos. "Arte de mediocre convivencia". En: Magazín Dominical. El Espectador, Santafé de Bogotá, 25 de abril de 1999.
2.Gardner, James. ¿Cultura o Basura?. Madrid: Acento Editorial, 1996, 63.
3.Cf. Fajardo Fajardo, Carlos. Estructuras, Figuras y Categorías en el arte de fin de siglo. En Espéculo # 11. Revista de Estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. http://www.ucm.es/info/especulo/numero11/est_figu.html
4.Lyon, Daniel. Postmodernidad. Madrid: alianza editorial,1997, 119.
5.Goyes Narváez, Julio César. Los imaginarios poéticos. En: Universitas Humanística. Pontificia Universidad Javeriana. # 48 (jul-dic. 1999, 95)
6.Mclaren, Peter. Pedagogía crítica y cultura depredadora. Políticas de oposición en la era posmoderna. Barcelona: Paidós, 1997,108.
7.Cf. Fajardo Fajardo, Carlos. Maquillajes y Pasarelas. En Magazín Dominical. El Espectador, Santafé de Bogotá, 9 de marzo de 1999.

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