viernes, 7 de agosto de 2009

CAMBIOS DE LA REALIDAD

Cambios vertiginosos de la realidad o trastocamiento de los marcos conceptulaes paradigmáticos
Imposiblidad de explicar la globalización y el cambio de época o la necesidad de una nueva epistemología
Mtro. Manuel Arroyo G.
Agosto de 2001
Hacer hoy, una reflexión de nuestras “opciones de vida” desde la epistemología no puede reducirse a una simple revisión de aquellas concepciones que gobiernan nuestras acciones, o de los principios en que se fundamenta la instrumentalización de nuestros deseos y anhelos, o pretender hacer una revisión ética de las implicaciones prácticas de nuestras formas de proceder, como si de lo que se tratara fuera de querer evaluar la vida a la luz de ciertos “valores” trascendentales.
Hablar hoy de epistemología necesariamente implica situar nuestra mirada en un aquí y un ahora. Dirigir nuestra mirada no a la coherencia o valides de nuestro proceder, sino ser capaces de concentrar nuestra atención sobre la mirada legitima que sanciona como valioso o deseable aquello que hacemos con regularidad. Implica aceptar, como punto de partida, la incertidumbre sobre la que actuamos la crisis de aquello que dio sustento a la modernidad y situarnos en el centro del debate sobre las posibles alternativas que se nos presentan y enfrentar la posmodernidad.
Los profundos cambios de la vida social que caracterizan los tiempos contemporáneos, son inseparables de las transformaciones que se viven hoy en la educación superior. A lo que nos enfrentamos es al problema de identificar los referentes desde los cuales podamos definir las direcciones, los sentidos, las decisiones que tomamos, o que están en la base de nuestras formas de actuar y que predefinen los obstáculos que suponemos que enfrentamos.
Esta contemporánea reflexión epistemológica sobre la elección de carrera que hemos hecho ya no puede pretender cerrar los debates o construir las respuestas que resuelvan las disyuntivas. Su propósito debe ser más heurístico, facilitando la revisión de las preguntas existentes, de las nuevas y viejas razones para elegir nuestro futuro, lo que ya somos o queremos ser y que nos ayude a replantear hoy los cuestionamientos y las alternativas. Es decir, implica fundamentalmente la necesidad de una crítica a las razones que sustentan nuestro existir.
Ante una ola de reacciones premodernas a la crisis de la razón y del sujeto moderno, legitimadoras de una ideología neoconservadora que realza la nostalgia y el lamento por la pérdida de la buena senda, de las verdades esenciales, los valores absolutos y la correcta concepción de la persona. Se requiere un pensamiento crítico acerca de lo que estamos siendo y aquello que podemos ser.
«La cosa de la educación no es un mero objeto de ciencia, neutralizado de toda valoración, un mero “hecho” sin sentido y sin construcción del sujeto mismo que lo determina. La educación es un discurso o, mejor expresado, una práctica social discursiva. Es decir, que en las razones de educar hay conflicto de interpretaciones, lucha por la hegemonía, imposiciones ideológicas, construcción de subjetividad y de realidad social. » (Cuellen, 1997:20)
Un pensamiento crítico sobre la educación superior supone, como eje principal, una revisión profunda de las razones que estructuran el saber disciplinar. Entendidas estas como la idea fuerza estructuradora de modelos de transmisión de determinados conocimientos, generadoras de dispositivos que justifican una práctica social determinada y legitimadoras de sistemas homologados para la valoración de un tipo de acción humana particular.
Este enfoque situado y dilucidador de posicionamientos exige un saber estar. Lo que implica despojarnos, deconstituirnos de todo aquello que el “afán por ser” nos exige y de todo aquello que el “mero acontecer” o “pasar” nos hace resignarnos. Se trata de no “instalarnos” en lo que ya somos, producto complejo de identidades asignadas y de luchas por el reconocimiento. Se trata de saber reconocernos en los “otros” y desde ahí recrear el mundo devuelta.
Si la EPISTEMOLOGÍA implica una reflexión crítica sobre lo que se conoce, como se conoce y la condición de veracidad de ambos procesos y la EDUCACIÓN se entiende como el acto de educar. Un abordaje epistemológico de nuestras elecciones educativas conlleva la contextualización histórica de las prácticas educativas de que participamos, la deconstrucción de las visiones del mundo presentes en las enunciaciones especializadas de las disciplinas particulares de nuestra carrera, la calidad de veracidad de los conocimientos que son difundidos por los cuerpos académicos que dirigen nuestra educación, las concepciones sobre el ser humano involucrados en la operación de los sistemas que se estructuran mediante los actos de educación en el aula y la pertinencia de los modelos pedagógicos en que se concretiza el proceso educativo del que participamos.
En términos generales se pueden distinguir cinco usos diferentes del término epistemología:
1.- Como Teoría del Conocimiento, según se utiliza tradicionalmente en la filosofía
2.- Como cosmología biológica, en referencia a las propiedades de la mente, definiéndola como un agregado de partes interactuantes impulsadas por la diferencia;
3.- Como paradigma -la cibernética, la evolución, la circularidad, el ecosistema-;
4.- Como estructura del carácter, los supuestos habituales que especifican el modo en que una persona comprende el mundo y se relaciona con él; y por último,
5.- Como ciencia, en la cual la epistemología describe y explica la objetividad como un hecho imposible. (Dell, 1985, citado por Watzlawick y Ceberio, 1998)
Heidegger acostumbraba precisar el momento histórico al que hacia referencia alguna reflexión determinada. Su práctica reflexiva sugiere un método para la epistemología. El suponía que la meditación sobre los fenómenos de una época permite desentrañar aquello que fundamenta a una era, desentrañando aquello que estructura una determinada interpretación del mundo y fundamenta una determinada concepción de la verdad. Lo cual permite deconstruir los fundamentos de las formas que toman las estructuraciones que se construyen desde esa particular visión del mundo. “La meditación consiste en el valor de convertir la verdad de nuestros propios principios y el espacio de nuestras propias metas en aquello que más precisa ser cuestionado”.
Así para el caso de nuestras ELECCIONES EDUCATIVAS podemos preguntarnos: Hoy en día, ¿Qué concepción del mundo y de la verdad encierran estas? Desentrañando lo anterior estaremos en condiciones de poder deconstruir las prácticas periféricas (consecuencias no deseadas) que se estructuran en torno a esta concepción base, como lo son: la relación de nuestra ELECCIÓN EDUCATIVA y una concepción determinada del DESARROLLO, la práctica educativa en el aula, los modelos pedagógicos, la relación de nuestra disciplina con el entorno, la relación entre los maestros como pares y la gestión escolar, entre muchas otras más.
Lo anterior nos enfrenta a una dificultad de entrada, al hecho de que se trata de realidades cambiantes y concepciones igualmente cambiantes que se desestructuran y estructuran con rapidez. Sin embargo, los cambios sobre los que hasta ahora hemos experimentado este vértigo de fin de siglo no debemos tomarlos con demasiada ligereza. Como lo propone Fajardo, no se trata de lo mismo que pasa cada cien años. No. Aquí hay algo que se ha roto, dice el autor. «Este fin de época no registra un simple cambio de paradigma como en los siglos anteriores. Aquí lo que se está transformando es el sistema de sostén mismo, la propia racionalidad, el Logos, es decir, el fundamento en sí, la idea de unidad, verdad, saber y creencia en la racionalidad. Algo se acaba y es el fundamento. Parece ser que sobre estos territorios minados y cuarteados nos tocará vivir las próximas décadas. Desencanto de desencantos». Nos habían prometido una luz al final del túnel y hoy nos dejan solos en el laberinto, concluye Fajardo.
Existe hoy un gran consenso, casi unánime, entre los analistas de la sociedad mundial de que estamos asistiendo a una gran mutación de la cultura y de la civilización. Se habla de que estamos entrando en una nueva fase del proceso de hominización, en un nuevo estadio de la conciencia y en una nueva era para el planeta Tierra. (Ver el texto de Leonardo Boff, en la página web de www.deagrapa.com/universidades/noesis.html)
El inicio de la era digital implica la imbricación de las señales de audio, vídeo y datos en un mismo código y canal de comunicación, es la expresión del adelanto tecnológico que abre la puerta de esta nueva era. En la que se integra a la formula masa y energía, un tercer elemento constitutivo del universo, la Información. Las transformaciones son tan profundas que significan mucho más que una nueva revolución industrial dentro del paradigma convencional del desarrollo. Es ciertamente una revolución, entendida ésta más como salto cualitativo, que representa un viraje nuevo en la dirección de la historia, pues se superan conceptos-clave de construcción y entendimiento de la sociedad, del proceso evolutivo y del sentido de nuestro paso por este universo. Plantea Boff
La microelectrónica nos impone la noción de hiperconcentración del tiempo y del espacio por la velocidad; la ubicuidad, lo instantáneo y la inmediatez gracias a las redes; la virtualización de lo físico, la reducción del tiempo lineal a un presente permanente por medio de la velocidad de la luz; un tiempo inmediato que elimina los conceptos de futuro y de trayecto; la visión no objetiva sino teleobjetiva del sujeto; un teleconocimiento, una ciber-verdad, un telesaber... Algo entonces se disuelve: la episteme clásica moderna, la visión sobre el objeto. Vamos hacia un cambio de gnoseología. Crisis del realismo tradicional e imposición de una visualidad-virtual o ciber-ontología. Propone Carlos Fajardo, académico de la Universidad Complutence de Madrid, disponible en http://www.ucm.es/info/especulo/numero14/milenio.html .
Así, el siglo XXI se impone con su virtualidad. No es un fenómeno cronológico, sino una actitud. Los procesos de deconstrucción de nuestras bases gnoseológicas del siglo XXI es un hecho dado, viviente, que amenaza las viejas mentalidades. Plantea Fajardo. “Aquellos que estén despistados serán arrastrados por las ondas de las explosiones. Rezagados, no podremos aportar ni confrontar con suficiente poder las inevitables desgarraduras. Consumidores netos, ¿sólo nos agacharemos a recoger los desechos que dejarán en sus trayectos estas macroempresas?. Cómo no concientizarnos de las amenazas, de los procesos de cambio, para no aproximarnos con sentimentalismos de culpabilidad e inferioridad hacia lo que se pierde o se gana. ¿Qué actitudes debemos poseer frente a estas coordenadas de tiempos de fin?. Quizás el estar expectantes; asumir la vigilancia de los abismos y las cimas; lanzar miradas con preocupaciones. Claro que hay otras, pero, para no llevar el miedo a los extremos, ni agachar, afirmando, la cabeza, la forma de proceder está en introducir un sin sentido al sentido común; dar rienda a la des-creencia en los fundamentalismos cotidianos; generar nuestra desconfianza allí donde otros proponen una sospechosa esperanza. Es decir, ser vigías y resistentes ante los redentores del vacío y los enterradores de lo por venir”.
Estamos pues frente a algo más que un simple cambio de paradigma, no se trata de convencernos de una nueva teoría, ideología o forma de pensar, ni tan sólo de tener que adaptar nuestra visión del mundo. No. La realidad de la nueva época nos envuelve por arriba y por abajo, por todos lados. Transforma no sólo los principios sobre los que clasificábamos el mundo, sino que subvierte los instrumentos técnicos con los cuales interactuábamos con el mundo; nos posiciona sin que lo queramos o lo deseemos conscientemente como aptos, rezagados o volátiles en una dimensión perdida: la de nuestros sueños y nuestras ilusiones a las que nos aferramos por miedo de hace contacto con el suelo, con aquello que se nos avecina.

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